El mito del fracaso de las organizaciones internacionales’

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Autor: Mabel Tafur
Organizaciones internacionales

Cada vez que se desencadena una guerra, una pandemia o una crisis humanitaria, emerge una crítica recurrente: “¿Cuál es la utilidad de la ONU si su capacidad de acción es nula?” Esta percepción ha conducido a una deslegitimación generalizada de las organizaciones internacionales. Como estudiante de Relaciones Internacionales, reconozco los obstáculos sustantivos que enfrentan muchas de estas instituciones; no obstante, afirmar su inutilidad constituye un error conceptual. El problema no reside en su existencia per se, sino en las condiciones operativas bajo las cuales se desempeñan. Si bien algunas adolecen de ineficacia inherente a su diseño, otras, particularmente las regionales, han demostrado una mayor agilidad y capacidad de respuesta. Esto no implica que solo las organizaciones de menor escala sean funcionales, sino que factores como el contexto, los objetivos compartidos y la voluntad política resultan determinantes.

Las organizaciones internacionales, como las Naciones Unidas, emergieron tras la Segunda Guerra Mundial con el propósito fundamental de prevenir una catástrofe global similar. Su estructura actual, sin embargo, refleja el equilibrio de poder de aquella época, no el del presente. El Consejo de Seguridad, con su facultad de veto, obstaculiza respuestas eficaces ante crisis evidentes, lo que Thomas Weiss (2016) califica como un sistema de “parálisis estructural”. Adicionalmente, en un sistema global carente de un gobierno centralizado, la cooperación entre Estados es inherentemente voluntaria. No existe una autoridad supranacional capaz de imponer obligaciones, dada la salvaguarda de la soberanía estatal. Otro obstáculo estructural, es el problema del free riding (Olson, 1965) caracterizándose por la obtención de beneficios derivados de un esfuerzo común sin asumir la contribución proporcional a su costo.

El free riding también complejiza los esfuerzos colectivos: numerosos Estados optan por beneficiarse de la cooperación sin contribuir proporcionalmente, erosionando así la base de los acuerdos conjuntos.Consecuentemente, socava la confianza y el compromiso recíproco, desincentivando la participación de aquellos que sí contribuyen y provocando una sub provisión del bien público o el colapso de los acuerdos conjuntos, tal como se observa en el ámbito de las relaciones interestatales donde la búsqueda de ganancias unilaterales erosiona la viabilidad de la cooperación multilateral.

No obstante, la cooperación entre Estados es una realidad. Se produce porque la colaboración internacional, a pesar de sus limitaciones, reporta beneficios tangibles. Como argumente Keohane (1984), las organizaciones internacionales reducen la incertidumbre y propician acuerdos más estables mediante el establecimiento de marcos legales que asignan responsabilidades, la reducción de los costos de transacción al optimizar los procesos de negociación, y la generación de información y estándares comunes que fomentan una mejor coordinación entre actores. Sin embargo, la eficacia operativa de estas instituciones trasciende la mera voluntad política, se requiere de un diseño institucional cuya configuración está influenciada por factores según el grado de alcance (global como la ONU o regional como la Unión Africana), de temática (multitemática como la OEA o específica como la OMC), de formalidad (basada en tratados vinculantes o en espacios de diálogo), y de densidad institucional, que se manifiesta en la claridad de sus normas, la solidez de sus órganos y la fortaleza de sus mecanismos de cumplimiento.

Ninguno de estos elementos es fortuito. Como señalan Kaul, I., Grunberg, I., & Stern, M. A. (1999), el diseño institucional emana de negociaciones entre Estados que buscan cooperar sin una cesión excesiva de soberanía. En este contexto, las organizaciones regionales tienden a exhibir una mayor eficacia, no por una superioridad intrínseca, sino porque los intereses entre sus miembros suelen estar mejor alineados, los temas son más concretos y la toma de decisiones se gestiona con mayor agilidad. Un ejemplo ilustrativo fue el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), creado en 2009 con la aspiración de reformar la gobernanza económica global. Si bien inicialmente funcionó como un puente entre economías emergentes, actualmente enfrenta tensiones ideológicas y geopolíticas que han mermado su éxito.

Esto demuestra que la eficacia no depende exclusivamente del tamaño o la región, sino de la sincronía de intereses y de un diseño institucional coherente. Este contraste, puede verse también en América Latina, donde bloques económicos como la Alianza del Pacífico, conformada por Perú, Chile, Colombia y México, estableció un mecanismo enfocado en la integración comercial, la movilidad académica y la cooperación económica. Según el BID (2015), este es uno de los bloques más exitosos en América Latina. Su eficacia se atribuye a un enfoque pragmático, la cercanía geográfica y una membresía reducida. Sin embargo, incluso este modelo enfrenta desafíos: la suspensión de relaciones entre México y Perú evidenció la fragilidad de la cooperación cuando se producen cambios gubernamentales.

En virtud de lo expuesto, mi postura no defiende la exclusividad de las organizaciones regionales. Por el contrario, sostengo que la eficacia depende intrínsecamente del diseño institucional, la voluntad política y el contexto específico. Las organizaciones globales mantienen su relevancia para abordar problemas de índole transnacional que ningún Estado puede resolver de manera individual, como el cambio climático o las pandemias. No obstante, se impone una reforma urgente para incrementar su operatividad. Mientras tanto, el fortalecimiento de los espacios regionales representa una vía más realista para alcanzar avances significativos.

Fuentes

[1] Olson, M. (1965). La lógica de la acción colectiva: Bienes públicos y teoría de grupos. Harvard University Press. Recuperado de: https://sociologia1unpsjb.wordpress.com/wp-content/uploads/2008/03/olson-logica-accion-colectiva.pdf a lógica de la acción colectiva: Bienes públicos y teoría de grupos (Link de la fuente)

[2] Weiss, T. G. (2016). What’s Wrong with the United Nations and How to Fix It (edición en inglés; análisis en español). Recuperado de: https://www.researchgate.net/publication/270834157_What%27s_Wrong_with_the_United_Nations_and_How_to_Fix_It What’s Wrong with the United Nations and How to Fix It (Link de la fuente)

[3] Keohane, R. O. (1984). Después de la hegemonía: cooperación y discordancia en la economía política mundial [After Hegemony: Cooperation and Discord in the World Political Economy]. Princeton University Press. Recuperado de https://www.researchgate.net/publication/243721473_After_Hegemony_Cooperation_and_Discord_in_World_Political_Economy Después de la hegemonía: cooperación y discordancia en la economía política mundial (Link de la fuente)

[4] Kaul, I., Grunberg, I., & Stern, M. A. (1999). Global public goods : international cooperation in the 21st century / edited by Inge Kaul, Isabelle Grunberg, Marc A. Stern. Oxford University Press. Recuperado de: https://search.library.ucla.edu/discovery/fulldisplay?docid=alma9941839963606533&context=L&vid=01UCS_LAL:UCLA&lang=en&search_scope=ArticlesBooksMore&adaptor=Local%20Search%20Engine&tab=Articles_books_more_slot&query=sub,exact,Cooperac%CC%A7a%CC%83o%20internacional,AND&mode=advanced&offset=0 Global public goods : international cooperation in the 21st century

[5] BID apoya emprendimiento e innovación para impulsar la consolidación de la Alianza del Pacífico. (s. f.-b). BID. https://www.iadb.org/es/noticias/bid-apoya-emprendimiento-e-innovacion-para-impulsar-la-consolidacion-de-la-alianza-del BID apoya emprendimiento e innovación para impulsar la consolidación de la Alianza del Pacífico