De la dispersión a la implosión: la crisis de representación rumbo a las elecciones 2026

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Autor: Marco Lozno
Crisis en la representación electoral del 2026

La crisis de representación política atraviesa a muchas democracias, pero en el Perú ha alcanzado niveles especialmente graves. La desconfianza hacia las instituciones, la desconexión entre ciudadanía y autoridades políticas, y la proliferación de partidos sin proyecto real han creado un clima de escepticismo generalizado. Según una reciente encuesta de IPSOS, el 32% de los peruanos votaría en blanco, y un 42% se mantiene indeciso, lo cual no se trata solo de indecisión, sino de una profunda falta de identificación con el escenario político. Sumado a ello, un 77% de ciudadanos declara estar poco o nada informado sobre política, lo que evidencia un preocupante debilitamiento del ejercicio democrático.

En ese sentido ¿Qué legitimidad puede tener un sistema político cuya oferta no interpela, no entusiasma y, sobre todo, no representa?

La explicación de este fenómeno tiene múltiples aristas, pero un punto de partida clave es la desinstitucionalización del sistema político. Los partidos tradicionales han perdido cohesión interna, ideología y presencia territorial, por lo que, lejos de ser espacios de formación y representación social, se han convertido en vehículos personales, diseñados para competir en una elección y luego desaparecer (Malamud, 2003) donde las organizaciones políticas no logran articular intereses sociales ni sostener propuestas programáticas en el tiempo. Esta fragilidad institucional ha dejado el terreno abonado para la improvisación y la inmediatez.

De esta descomposición emerge un fenómeno aún más alarmante: el amateurismo político. En el Perú no solo escasean partidos, también carecen políticos con preparación, experiencia y principios éticos. Como señala Barrenechea (2023) “no solo no hay partidos, tampoco hay políticos”. Esta precariedad se agrava con una ciudadanía desmovilizada y una prensa que muchas veces favorece el espectáculo, alimentando así un círculo vicioso de improvisación, gobiernos deficientes y creciente desconfianza.

Sin representación en las elecciones

La fragmentación partidaria es, en este contexto, una consecuencia previsible. A puertas de las elecciones de 2026, el país se enfrenta una sobre oferta electoral que, con 43 partidos inscritos, no expresa pluralidad ni opciones reales, sino una alarmante dispersión sin rumbo.

En este contexto, la ciudadanía ya no solo está distante de la política: se siente decepcionada, excluida de un proceso democrático que percibe ajeno y vacío. La pregunta no es por quién votar, sino si todavía vale la pena creer que la política puede ofrecer algo distinto; por lo que, lejos de representar un pluralismo saludable, esta sobreoferta electoral refleja un sistema disperso, sin cohesión, donde abundan las siglas pero escasean las propuestas.

Todo esto desemboca en una consecuencia central: la pérdida de confianza ciudadana en las instituciones. Ya no se trata de una crítica pasajera a ciertos actores, sino de una deslegitimación estructural del sistema político, percibidos como incapaces de representar y responder a las demandas sociales. La corrupción, la ineficiencia y la falta de visión de largo plazo han socavado los cimientos de la democracia representativa y cuando la política deja de ofrecer soluciones, el terreno queda libre para el populismo, la desinformación y, sobre todo, para la resignación.

Fuentes