LIMA: UN ESPEJO FRAGMENTADO DE LA HISTORIA Y LA SOCIEDAD


Lima era el centro administrativo del Virreinato, el proyecto de los aristócratas republicanos, el sueño para quienes migraron a esta ciudad en busca de mejores oportunidades, para nosotros, es la horrible, caótica y bella ciudad histórica que alberga en sí misma una pluralidad de realidades que son productos de un largo proceso histórico caracterizado por la opresión y segregación de un grupo social sobre otros, diferencias que hasta día de hoy se manifiestan en la sociedad limeña. Desde la época colonial hasta el siglo XXI, la interconexión entre los grupos sociales, étnicos y raciales no pudo permear en el imaginario urbano a fin de crear una identidad limeña concreta impidiendo la conexión entre todas las sangres.
Averiguar cuál es la identidad del ciudadano limeño a día de hoy es súmamente interesante y complicado, puesto que, aparentemente, aquella consiste en no poseer una. Entonces, ¿existe algo que podamos sentir orgullo como ciudadanos de limeños y que nos unifique? Es difícil aseverarlo. Podemos resaltar el centro histórico, la gastronomía, el patrimonio cultural, los atractivos turísticos, sin embargo, la valoración de la ciudad varía de acuerdo a quien se realice esa pregunta.
Desde las migraciones que se realizaron del campo a la ciudad a mediados de siglo XX, Lima experimentaría un cambio en su estructura urbana, a la par, su demografía aumentaba, por lo que las zonas populares comenzaron a brotar y su población empezó a abundar en espacios donde antes era de concurrencia para las clases altas de la sociedad limeña, por consiguiente, estas optaron por asentuarse en nuevas zonas de la ciudad exacerbando la segregación social y económica.

Sin embargo, esto generaría un problema que se acrecentaría con el pasar de los años: la ineficacia de las autoridades limeñas en no saber cómo integrar a sus nuevos ciudadanos. Como consecuencia, la necesidad de salir adelante por parte de los nuevos miembros de la ciudad produciría un interés en ascender socialmente. Este anehlo provocó en mayor o menor medida que se desvirtúe todo aquello que esté relacionado con lo que sea sinónimo de precariedad, ignorancia, etc. Es así como los términos “blanquear” o “cholear” se harían más populares durante el siglo XX, la cual consigo desvalorizaba todo aquello que se relacionase con la imagen del campesino, del indígena reforzando también estereotipos negativos contra los migrantes. Asimismo, existe un grave problema que afecta a la gran mayoría de peruanos: la poca valoración de nuestras raíces ancestrales y la apreciación de lo extranjero, particularmente, de lo europeo. Este complejo nace a raíz de la herencia histórica de la colonización, además se ve alimentado por la contemplación constante de caos, miseria, crisis política , social, etc.
Somos testigos de mucha desgracia y pocas veces podemos tomar acción, y cuando lo hacemos, no contamos con el apoyo de nuestras autoridades, por ello, el ciudadano limeño o peruano opta por sobresalir por sus propios medios, no obstante, eso no es una garantía de tener una vida cómoda y estable a causa de la inseguridad, los problemas estructurales sociales que impiden sobre salir a muchas personas, entre más. Es por ello que en nuestra frustración de no poder hacer nada, nos refugiamos en el humor, para alivianar nuestros problemas.
En conclusión, Lima no es solo una ciudad; es un caleidoscopio de tiempos, voces y contradicciones. Es la suma de heridas históricas que aún laten y de esperanzas que se renuevan cada día. Lima es el eco de las campanas coloniales resonando junto al bullicio de un mercado popular, el aroma del café pasado en un jirón del centro histórico mezclado con el picante de un anticucho en un barrio emergente. Es el crisol donde coexisten el pasado y el presente, donde las diferencias luchan por encontrar un punto de encuentro.
En su caos y belleza, Lima es un recordatorio de que la identidad no se impone ni se encuentra fácilmente; se construye, fragmento a fragmento, en la cotidianidad de quienes la habitan. Es una ciudad que duele y al mismo tiempo inspira, que enfrenta su historia de opresión y exclusión con la fuerza de quienes la reinventan cada día. Lima, la ciudad “horrible y hermosa” de la que hablaba Sebastián Salazar Bondy, es también un espacio de resistencia, de reinvención, de risas que desafían la adversidad.
Tal vez, en vez de buscar una única identidad limeña, deberíamos abrazar su naturaleza plural y compleja. Porque en esa pluralidad radica su verdadero poder: ser un espejo de las múltiples historias que convergen en su entramado urbano, una ciudad que nunca deja de transformarse y que, a pesar de todo, sigue siendo nuestra.