Lo que nos ha dejado el paro

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Autor: Leonardo Llanque

El 26 de septiembre, la ciudad de Lima enfrento lo que podría catalogarse como un ‘sismo social’. Acostumbrados a cierta normalidad, muy a pesar de la crisis institucional que arrastramos, lo de ayer significó la ruptura con ese orden precario que aún se sostenía. De pronto, una gran cantidad de empresas de transporte acataron el paro programado para esta fecha, y con ello, la paralización de una ciudad que no había tenido esta sensación desde las épocas pandémicas.

Ocurrió por el hecho al que nadie presta mayor atención pero es uno de los mas evidentes: el transporte público como la movilidad de la sociedad limeña, que siendo formal o informal, es parte sustancial del vivir de quienes residen en la capital. El repentino cese del funcionamiento de estos vehículos propició un caos que mando al teletrabajo a estudiantes universitarios, trabajadores del sector público y privado, escolares y demás sectores de la población. Todos a la misma vez.

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Sobre los detalles del cómo se llegó a esta situación se han dedicado las primeras planas de los periódicos y los noticieros, ejecutando una suerte de crónicas conforme las horas pasaban y las movilizaciones se iban agudizando. Las redes también hicieron lo suyo como centros de alojamiento de multitud de videos de las protestas, reportes de usuarios acerca de los puntos mas ‘peligrosos’ (aunque siendo sinceros, desde que se pone un pie en la calle ya estamos exponiéndonos bastante) y los infaltables textos de opinión a modo de resignación en unos casos, en tanto otros señalaban culpables y unos cuantos se animaban a interpretar el papel del Estado, brindando las medidas urgentes que nos acercarían a una posible solución.

Y si bien es cierto, no es la intención de esta columna recopilar los datos de este acontecimiento, entendiendo que la gran mayoría conoce de estas cifras lamentables y de por sí esta comenzando a asumir la gravedad del asunto, recomiendo revisar el informe publicado en el portal PuntoEdu1 de la PUCP, que, sin animo de desmerecer el análisis de otros medios independientes, me resulta interesante por el enfoque nacional que le da al delito detrás de todo esto: la extorsión, pues recordemos que Lima no es el único foco regional afectado. Sobre este punto, una interrogante: si la situación en la capital del país es alarmante y ha generado la indignación de miles, ¿qué hay de las regiones alejadas, de su gente, sus emprendimientos, sus transportes? ¿o será acaso que la discusión nuevamente se queda aquí y vuelve a ignorar al resto del país?

Un sinnúmero de reflexiones se plantean a partir del reciente paro de transportistas, de las cuales posiblemente el lector se quede con la idea de tener que protestar, pero esta vez para salvar tu vida y la de tu familia. Ahora que 7 soles pueden representarlo todo en este país, lo que nos queda es un largo camino para afrontar la crisis. Bien se dice que de los mayores temores surgen las más valerosas respuestas, y pese a saber que la opción de alzar la voz en colectivo era la única disponible, lo del gremio de transportistas representa una acción valiente que ha enfrentado directamente a este gobierno, acostumbrado a ignorarlos cada vez que puede. Las posiciones políticas y otras diferencias quedan en un segundo plano cuando se trata de lograr la dignidad que merecemos todos. Construir y no destruir para encaminar el proyecto nacional de un país seguro.

Fuentes:

https://puntoedu.pucp.edu.pe/coyuntura/ola-de-extorsiones-la-ciudadania-ya-no-denuncia-pues-ha-perdido-la-confianza-en-las-instituciones/