“Madre antes que mujer”: El problema de la normalización de la “doble jornada laboral” de las mujeres en la sociedad peruana

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Autor: Sebastian Albañil Romero
madre trabajadora

La sociedad peruana se encuentra profundamente marcada por distintos imperativos sociales que dictan lo que es considerado “normal” y que no debe transgredirse. Uno de ellos son los roles de género, los cuales establecen la naturaleza del comportamiento de hombres y mujeres, pues, es lo esperado por la sociedad. Esto termina por encasillar a mujeres y hombres en ciertos papeles considerados “naturales”. Ello es porque, como señala Norma Fuller (1997), se llega adjudicar significado a las diferencias biológicas (p. 139). Estos roles de género se manifiestan en distintos aspectos de la socialización y la vida.

Una de las expresiones más claras y problemáticas de estos roles de género es la denominada “doble jornada laboral”. Martha Nussbaum (2012) la define como algo que para muchas mujeres “supone, por un lado, el desempeño de un empleo agotador y, por el otro, la responsabilidad exclusiva sobre las tareas domésticas y el cuidado de niños y ancianos” (p. 29). Lo mencionado, atrapa a muchas mujeres peruanas no solo en una jornada laboral remunerada, sino que, al llegar al hogar, invierten su tiempo en otra jornada para el cuidado de la familia y el entorno. Aunque, esta última es una tarea importante, muchas veces se normaliza e ignora el doble esfuerzo, ya que, se asume que es lo “normal” y el “deber-ser” de las mujeres.

figura con mensaje machista

El peso de esta representación es visible en discursos, sobre todo en los expresados por autoridades morales, como el citado del ex cardenal Juan Luis Cipriani en el día de la madre “El primer trabajo de la mujer es su casa y si tiene que trabajar para mantener el hogar debe recordar que primero son sus hijos y su honor” (citado en Huerta Mercado, 2004, p. 144). Esta idea se asocia a la mujer por los mandatos de género, mediante los cuales suelen ser construidas como dóciles, maternales y emocionales, en contraposición, con los hombres que suelen ser pensados como sujetos fríos, fuertes y proveedores económicamente del hogar.

Sus palabras demuestran como la sociedad suele encapsular a las mujeres en la figura maternal, exigiéndoles un mayor esfuerzo al convertirse en madres y estar en el mercado laboral.

La consecuencia directa es la normalización de una carga asimétrica, que deposita la responsabilidad primordial de la crianza y la vida de los hijos en la madre, llegando a eximir o reducir significativamente el rol del padre. Los datos empíricos confirman la diferencia de horas que invierten las mujeres en la crianza de los hijos, en contraste con los hombres.

madre limpiando sola

Cifras del INEI (2024) revelan que las mujeres invierten un tiempo hasta tres veces mayor en las labores domésticas en comparación con los hombres. Esta diferencia es un reflejo de la presión ejercida por el ideal de la madre abnegada, un constructo social que incentiva a las mujeres a cumplir de manera exhaustiva con su rol “natural”, invirtiendo la totalidad de su tiempo. Sin embargo, el núcleo del problema no reside en el compromiso maternal en sí, sino en la exigencia desmedida impuesta a las mujeres, la cual reduce la corresponsabilidad del padre en el cuidado familiar. Se establece una representación idealizada de la madre sacrificada que sistemáticamente invisibiliza la necesidad de un involucramiento equitativo de los padres.

Producto de la normalización de estos constructos, existe una balanza que se inclina injustamente hacia las mujeres. A quienes se les puede llegar a señalar y juzgar por no cumplir su rol asignado. La balanza es más desfavorable cuando las mujeres son cabezas del hogar, que en datos del INEI (2015), llegan a ser 27 de cada 100 mujeres y algunas de las causas son la separación y el abandono masculino. En estos casos, se les otorga un peso gigante sobre sus hombros, pues, llegan a ser juzgadas sino cumplen de forma perfecta con alguno de sus roles, sobre todo el de madres.

madre soltera

La reflexión sobre esta carga impuesta es crucial, ya que representa un obstáculo significativo para el pleno desarrollo de las mujeres. La sociedad les impone la idea de que deben inmolarse para ser madres, relegando o ignorando su propia esencia y necesidades como individuos. Se critica el uso de su tiempo libre para actividades ajenas a la maternidad y, en contraste, se premia la actitud sacrificada.

Es fundamental clarificar que el objetivo de esta crítica no es negar el compromiso en la crianza, sino problematizar la carga exclusiva que recae sobre ellas. La sociedad requiere una mayor concientización sobre esta dinámica y una exigencia de la corresponsabilidad paterna.

Frente al enunciado: “Madre antes que mujer”, se debe sostener que ser madre no anula ni resta la esencia de ser mujer, y viceversa. Antes que cualquier mandato social, las mujeres son personas dotadas de agencia, sentimientos y el inalienable derecho a una vida digna y plena.

Fuentes