Las mujeres seguimos ganando menos

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Autor: Ariana Ortiz

Efectivamente, las mujeres continuamos percibiendo salarios más bajos que los hombres. Esta situación no es una invención de las «feministas», las estadísticas demuestran que las mujeres seguimos ganando menos cuando trabajamos igual (o incluso más) que los hombres. En el Perú, por cada sol que un hombre gana, una mujer obtiene 75 céntimos (IPE, 2024). En promedio, las mujeres perciben un salario un 25 % inferior al de los hombres, y según el Instituto Peruano de Economía, esta brecha aumenta hasta el 36 % en las regiones (2024). Esta situación se atribuye a las estructuras machistas, generizadas y capitalistas predominantes, que perpetúan la desigualdad de género y resultan en una disparidad salarial tanto en Perú como en Latinoamérica.

Los datos salariales de hombres y muejres en el Perú son los sigueintes. Según el Instituto Peruano de Economía (IPE, 2024), en el año 2023, el salario medio de los hombres en Perú era de 2034 soles, mientras que el de las mujeres era de 1460 soles. Para el año 2024, las mujeres percibían en promedio 483,4 soles menos que los hombres (INEI, 2024). Pero ¿Por qué las mujeres ganamos menos en Perú? Esta respuesta es amplia, ya que se debe a varios factores, pero en este artículo resalto principalmente tres.

En primer lugar, la desigualdad de género en el ámbito laboral es consecuencia de las estructuras y normas generizadas bajos las que opera mercado laboral. Esto se refiere a que las organizaciones están estructuradas y funcionan de manera que perpetúa la desigualdad de género mediante procesos generizados que implican la explotación, el control, la acción y la emoción en términos de la distinción entre lo femenino y lo masculino (Gaba, 2010). Las mujeres seguimos estando mayormente asociadas a ocupaciones feminizadas de cuidado, tales como enfermería, docencia o limpieza doméstica. Estos roles, al ser percibidos como femeninos, tienden a ser menos valorados en una sociedad que mantiene una estructura patriarcal (ONU Mujeres, s.f.).

Dina Boluarte y la crisis política peruana

El segundo factor es que las mujeres realizamos los peores trabajos. Aparte de realizar trabajos generizados, las mujeres tenemos que acceder a trabajos precarios y peor remunerados. Por ejemplo, si bien en el Perú la gran mayoría de trabajadores se encuentran en la informalidad, sólo el 28.8% de las mujeres se encuentran trabajando formalmente a comparación del 36,1% de los hombres. A su vez, las mujeres tienden a acceder a empleos de medio tiempo ya que les brindan la flexibilidad de atender sus deberes tanto laborales como los del hogar (ONU Mujeres, s.f.).

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Finalmente, el tercer factor es respecto a la maternidad y el trabajo. Para el capitalismo, la maternidad genera pérdidas económicas que no desean cubrir. Las empresas exigen la disponibilidad inmediata y total de sus trabajadores, condición que para las madres trabajadoras no es posible ya que no existen personas que puedan encargarse de los menores. El trabajo doméstico no remunerado y la brecha de ingresos se retroalimentan y perpetúan la condición de desventaja de las mujeres frente a los hombres (Defensoría del Pueblo, 2019). Con esta doble carga laboral y salarios menores que a la de los hombres las coloca en una situación vulnerable. Son justamente las madres solteras las más vulnerables ya que poseen mayor incidencia de pobreza en latinoamérica (Buitrago-Hernández et al., 2024).

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En conclusión, tenemos que aceptar que la brecha salarial entre hombres y mujeres existe, no solo por los factores ya mencionados sino por muchos más que vinculan a la sociedad patriarcal y capitalista. En primer lugar, la sociedad peruana en su conjunto debe abandonar los prejuicios de género y fomentar el crecimiento laboral de las mujeres. En el Perú, solo el 13% de los directivos son mujeres (Women CEO Perú, s.f.), lo que demuestra que las mujeres no están accediendo a los cargos de poder con mayor remuneración económica. Debemos romper el techo de cristal y los estigmas del trabajo de las mujeres y los cargos que ocupan dentro de la economía peruana y latinoamericana. También las empresas deben considerar el equilibrio entre la vida privada y el trabajo para las mujeres. Sobre todo en cuestiones de maternidad, dejar de verla como un impedimento y pérdidas económicas, sino ver la productividad de sus trabajadoras. A su vez, mitigar los roles de género de la maternidad y las labores del hogar para que pueda ser compartida y así las mujeres puedan desarrollarse en su vida laboral igual que sus parejas masculinas. Debemos seguir reivindicando los derechos de las mujeres, con salarios justos y menores sesgos por nuestro género.

Fuentes: