“Tú me subes y yo te subo”: El juego de los aranceles y quién está perdiendo

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Autora: Mabel Tafur
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La creciente disputa arancelaria entre Estados Unidos y China ya no parece un tema de comercio internacional, sino un juego de ajedrez en el que ambos bandos se enfrentan para ver quién da el mejor movimiento o quién se come al rey.

Francamente, siguen en el mismo ciclo absurdo del “tú me subes y yo te subo”. La guerra comercial entre Estados Unidos y China no solo parece eterna, sino cada vez más anómala. Y mientras ellos se pelean, el mundo paga la cuenta.

Este no es un conflicto exclusivo entre China y EE. UU. Hace unos días leí un comentario en redes afirmando que Europa sería la única víctima de este aumento arancelario. Días después, Perú amanecía con un incremento del 10% en los aranceles que le aplica EE. UU. (Hokama, 2025). Así, esta guerra comercial no solo golpea a las grandes potencias, también afecta a países emergentes que no forman parte del conflicto de manera directa.

Por un lado, los aranceles son impuestos que se aplican a productos importados con el fin de proteger la industria nacional. Por otro lado, estos incrementan los precios de los productos y tensan las relaciones internacionales. En los últimos días, hemos sido testigos de lo que parece un reality show arancelario: EE. UU. impone aranceles; China responde con un 34%. Acto seguido, EE. UU. sube a un 104%; China replica con un 84%; y ahora Trump lanza un 125% (Barnes, 2025). Mientras los porcentajes se disparan, también lo hacen las probabilidades de una recesión global, según el banco JPMorgan Chase (2025).

Ahora bien, ¿cuál es el objetivo de Donald Trump? En sí, busca fortalecer la industria estadounidense; asimismo, apunta a forzar mejores acuerdos comerciales. Si bien en algunos sectores ha logrado renegociaciones, esto tiene un tinte más político que económico. Basta con ver que Bielorrusia y Rusia no tienen aranceles (Deutsche Welle, 2025), lo que evidencia una clara estrategia diplomática. Pero más allá del discurso político, vale la pena analizar si estas medidas realmente están cumpliendo su objetivo.

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Primer punto: Moody’s Analytics, corporación especializada en análisis de datos y productos de inteligencia financiera, mencionó que Estados Unidos podría entrar pronto a una recesión. Además, advirtió que las finanzas del país podrían enfrentar un declive prolongado debido a los crecientes déficits presupuestarios y su costosa deuda (BBC News Mundo, 2025).

Segundo punto: la misma fuente señala que los aranceles de entre 30% y 40% aceleran el aumento de precios de productos esenciales como ropa, juguetes y tecnología. Si esos países entran en recesión, el impacto será global. Para explicar lo que esto significa, consideremos que el 90% de la palta que se consume en EE. UU, provienen de México. Con un arancel del 25%, productos como la palta serán más caros (Kaye, 2025). Esto arrastra a mercados regionales tales como México, el cual podría redirigir sus exportaciones o subir los precios locales para recompensar sus pérdidas. Si suben los precios de los chips en Asia, esto generará un aumento del precio de los celulares en Lima, Bogotá o Buenos Aires.

Tercer punto: algunos defienden los aranceles como medida para proteger empleos nacionales. Sin embargo, si analizamos cifras reales como el PBI, las tasas de importación y exportación o la inflación de productos básicos, vemos que quienes pagan esta guerra no son los gobiernos, si no también sus ciudadanos. En otras palabras, el consumidor, aquel que va al supermercado y encuentra más caro su teléfono, su ropa, incluso su comida. “Ya, pero si produzco en EE. UU. no pago aranceles”, dicen algunos. No es tan simple. Muchos productos “hechos en casa” dependen de materiales importados, que sí pagan aranceles. Entonces el precio igual sube (Sherman y Race, 2025).

La razón principal por la que gran parte de los economistas consideran que los aranceles no funcionan es clara: elevan los precios, reducen la disponibilidad de productos, perjudican al consumidor, generan ineficiencias en las industrias, provocan represalias comerciales y, a largo plazo, afectan negativamente al empleo y al crecimiento económico (Olmo, 2025). La evidencia histórica y los estudios actuales muestran que los costos superan ampliamente los beneficios.

Entonces, ¿Quién está perdiendo en este juego comercial? No es China, que ha encontrado nuevos mercados. Tampoco es EE. UU, que aún controla la moneda global.

El que pierde es el consumidor global. El micro comerciante que tiene que vender elevando el costo de sus productos para no quebrar. En este juego de quién sube cada vez más aranceles, el verdadero perdedor somos todos los que no jugamos.

Fuentes